Hay momentos en los que el silencio se dirime argumentándose por sí sólo. Dónde la ausencia de sonoridad augura la completa agnición de uno mismo. Hay momentos en los que no es necesario nada más allá que la ridícula y mustia parafasia del ser. Hay momentos... dónde nuestra apócrifa esencia se inmola en catarsis. Aquellos momentos en los que el efímero apego... acaba por vaticinar lo innegable.