Imagina que paseas sola por un prado y se te acerca un osito con la piel aterciopelada y unos ojazos.
De pronto el osito te dice: ¡Buenos dias señorita! ¿Quiere usted rodar conmigo? Entonces tú y el osito os pasaís el día entero rodando abrazados por una ladera sembrada de árboles.
Haruki Murakami, Tokio Blues