Y vio Dios que era bueno.

"Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni juntan en alfolíes; y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?"

Mateo 6:26

Durante más de cuatro años, he observado y fotografiado aves. Al principio, fue por curiosidad, porque tenía una cámara y un lente zoom. Pero rápidamente me obsesioné. Cualquier sonido o movimiento me llevaba a tomar la cámara para capturar el momento.

He tenido la bendición de observar más de 20 especies desde mi ventana y más allá de ella. En el patio, puedo ver palomas, gorriones, cigüitas, aves endémicas, migratorias… He aprendido sobre sus ciclos de reproducción, anidación y crianza. Pero sobre todo, he aprendido a ver la imagen de Dios en cada especie y en la manera en que viven.

Las aves nunca andan deprisa; siguen su rutina todos los días, y aún así, cada fotografía es única. No intentan ser lo que no son. Una paloma no trata de comportarse como un colibrí, ni comer lo que él come. Cada una es tal como fue creada. Dios les da sin discriminar. No tienen que ganarse nada ni merecerlo. Siempre reciben lo que necesitan, en la medida justa.

He sido testigo de un Dios que provee, cuida, es creativo, todopoderoso y fiel. Lo he experimentado en cada etapa de mi vida: en la salud y la enfermedad, en la tristeza y la alegría. Él permanece fiel, aún cuando no tengo dinero ni recursos. Me dio un oficio y una pasión cuando más los necesitaba. Me ha sostenido con su amor en cada batalla, en cada temporada.

Y, como las aves, he aprendido que no importa cuán difíciles sean las circunstancias, siempre hay algo que Él provee, y su cuidado es incondicional.