Exterior de la cúpula de la catedral de Florencia
La imagen nos muestra el exterior de un edificio. Se trata de área del crucero de una iglesia. Destaca una cúpula tan imponente que, en comparación, el resto del monumento parece realizado a una escala mucho menor.
Según se puede distinguir en la imagen, la iglesia se construyó con el esquema de cruz latina con transepto poco desarrollado, bien que sobresale en altura y en planta. El brazo mayor de la cruz se organiza en tres naves, siendo la central de mayor altura y doble anchura que las laterales. El edificio presenta la particularidad de combinar el transepto y cabecera. Este espacio se organiza en torno a un crucero octogonal, del que surgen los brazos menores de la cruz, el ábside central (invisible en la imagen) y cuatro capillas colocadas en los intersticios situados entre los brazos. Los brazos se organizan como ábsides poligonales (pentágonos) cubierto por semicúpulas que se apoyan en contrafuertes. Las capillas o absidiolos no sobresalen en planta, al encontrarse insertas entre las naves laterales y los brazos del crucero. Están cubiertos por bóvedas de cuarto de esfera.
Los muros de las naves y capillas del crucero aparecen revestido enteramente por plafones de mármol verde y blanco, de ahí que no se pueda distinguir el material de construcción. Probablemente se halla empleado el ladrillo o el mortero para los muros y la piedra para los arcos y pilares. Como material de cubierta se ha empleado la teja de cerámica. Aparte de las placas marmóreas se han empleado como ornamentación galerías de arcos, arquerías ciegas, gabletes y ajimeces o ventanas geminadas.
Pasando a la descripción de los materiales y al análisis formal de la cúpula, se realizará estudiando sus tres partes (tambor, cúpula propiamente dicha y linterna) por separado.
El tambor tiene forma octogonal y presenta dos pisos separados por una moldura pronunciada que señala la altura de la nave central y de las absidiolas. En el nivel superior se abren grandes óculos semicirculares. Se supone que entre el tambor y la cúpula se dispondría una galería o una cornisa, pero no se edificó y esta parte quedó a ladrillo visto.
Sobre este tambor se levanta una cúpula peraltada (las que tienen de altura más de la mitad de su diámetro) en la que destacan las ocho costillas o nervios realizados con sillares de mármol blanco. Estas costillas se apoyan en grandes bloques de piedra de cantería que sirven de basa y que se alzan sobre las esquinas del tambor. Los espacios existentes entre los nervios aparecen cubierto por el mismo tipo de tejas que se ha empleado en el resto del edificio. Para ventilar, iluminar el interior, aligerar el peso de la cúpula y facilitar el acceso a esta parte del edificio, se han abierto en el revestimiento de tejas una serie de pequeños óculos y una puertecilla.
En el punto de convergencia de los nervios se alza una linterna con contrafuertes con forma de volutas en los que se apoya una torrecilla o templete octogonal. En cada uno de sus lados se abre un vano cubierto por un arco de medio punto. La linterna se cubre con una corona de pináculos. Por encima de este ornamento se eleva una pirámide octogonal rematada en una esfera de metal dorado (bronce o cobre) rematada por una cruz del mismo material.
Esta construcción produce al espectador una clara impresión de grandeza y monumentalidad. Las exedras, los óculos y los plafones de mármol rompen la monotonía y aportan riqueza decorativa.
Respecto a la clasificación de esta obra, nos encontramos con una tipología arquitectónica que el arte europeo ha desarrollado durante siglos y que cuenta con múltiples ejemplos. Efectivamente las cúpulas peraltadas y coronadas con una linterna pueden pertenecer tanto al Renacimiento, como al Barroco, al Neoclásico o a los distintos estilos del siglo XIX. Suelen presentar en su estructura dos cascarones superpuestos, encofrado uno dentro del otro, de tal forma que queda una cámara de aire entre ambas bóvedas.
Por la sobriedad decorativa y por elementos ornamentales como las galerías de arcos o el recubrimiento de plafones de mármol nos encontramos ante una obra renacentista, en concreto del primer período llamado Quattrocento. Hay que señalar que el resto de la iglesia se encuadra en el estilo anterior, el gótico, bien que se trata del gótico italiano, un estilo puramente ornamental que guarda escasa relación con el arte ojival que se realiza en el resto de Europa.
Pasando a la identificación, esta obra es la Cúpula del Duomo de Santa María della Fiore (Domo o Catedral de Santa María de la Flor) de Florencia, construida entre 1421 y 1436, bien que la linterna no se concluyó hasta 1461. Su autor es el florentino Filippo Brunelleschi, iniciador de la arquitectura renacentista. Otras obras suyas son las basílicas de San Lorenzo y del Santa María del Santo Espíritu y la capilla Pazzi, todas ellas en Florencia.
La catedral florentina es un edificio gótico proyectado y construido en gran parte por Arnolfo di Cambio. Uno de sus sucesores, Francesco Talenti, reformó el área del crucero, creando un espacio de diámetro desusado cuya cubrición fue objeto de un intenso debate pues superaba las capacidades técnicas de la época. En 1418, cuando la obra del tambor estaba casi terminada, se convocó un concurso para decidir cómo se abovedaría el crucero del Duomo florentino. Aunque se otorgó el triunfo, de manera conjunta a Ghiberti y Brunelleschi, sería éste quien finalmente asumiría el reto de erigir la cúpula.
Brunelleschi logró imponer una novedosa estructura, una cúpula de perfil apuntado en vez de la semiesférica que habían ideado los arquitectos que le precedieron. La estructura de doble cascarón resultó ser otra innovación, que como el peralte, distribuía mejor el peso de la cúpula y permitía además elevarla sin necesidad de cimbras. Como refuerzo de la obra el arquitecto erigió las cuatros exedras de las esquinas conocidas como las «tribunas muertas», pues se hallan cegadas, ya que su única función es la de servir de contrafuerte a la estructura de la cúpula, como queda dicho.
Sobre el origen de las innovaciones introducidas por Brunelleschi, se ha señalado su dependencia con las cúpulas romanas que pudo admirar en su estancia en la Ciudad Eterna (la del Panteón y la del ninfeo conocida como Templo de la Minerva Médica). Pero estas cúpulas no se elevan sobre tambor, innovación aportada por el arte bizantino. Con esto, no se acaban las influencias, pues las cúpulas peraltadas son de origen sirio y pasaron al repertorio de la arquitectura islámica, arte quién también aportó el sistema de doble cascarón. Se especula con que todos estos sistemas constructivos pudieron ser llegar a Florencia a través de las rutas comerciales que enlazaban la ciudad-estado con el Mediterráneo Oriental, conocido entonces como «Levante».
Finalmente el modelo de la catedral florentina con cúpula en el crucero deriva del románico italiano (catedral de Pisa) y en el perfil y estructura de la cúpula de Brunelleschi se han observado resabios de los cimborrios góticos.
En suma este monumento recoge todas las soluciones constructivas desarrolladas hasta entonces en las cúpulas, logra unificarlas en un modelo que destaca por su relativa ligereza y la facilidad en la construcción. Los grandes domos de las capitales europeas (San Pedro de Roma, San Pablo de Londres, los Inválidos y el Panteón, emplazados ambos en Paris) y americanas (El Capitolio de Washington) van a recoger las enseñanzas de Brunelleschi hasta el advenimiento de la arquitectura de la revolución industrial.
Para situar el monumento en su contexto histórico, social, político, religioso y cultural señalemos que el arte renacentista surge en Italia a mediados del siglo XV, extendiéndose por el resto de Europa en el siglo siguiente. La expansión colonial de españoles y portugueses extenderán este estilo por Iberoamérica y otros territorios que estas potencias colonizan.
La cronología de este estilo abarca, pues, desde la segunda mitad del siglo XV hasta inicios del siglo XVII. Se distinguen varias fases: Quattrocento (siglo XV), Cinquecento (primera cuarto del siglo XVI) y Manierismo (resto del siglo XVI). Existe una suave etapa de transición hacia el Barroco conocida como protobarroco o arte tridentino (por la influencia del Concilio de Trento).
En España el Renacimiento desarrolla tres etapas: la plateresca, la purista y la herreriana. El empleo de fórmulas góticas o mudéjares va a ser una constante del arte hispano de esta época.
El mundo del renacimiento se caracterizaba por una economía dominada por la burguesía mercantil que desarrolla un capitalismo inicial. Esta es una etapa de expansión económica en la que el comercio con las Américas cobra cada vez mayor importancia. Las estructuras sociales se adaptan al incremento de la circulación monetaria, bien que se mantienen los estamentos o grupos sociales a los que se accedía por nacimiento, salvo el clero.
El régimen político imperante era la ciudad-estado en Italia y la monarquía autoritaria en el resto de la Europa Occidental. Los reyes de España, Portugal, Francia e Inglaterra consolidan su poder y unifican sus dominios.
Respecto a la religión, en este período se asiste a la Reforma protestante que rompe la unidad cristiana del Occidente Europeo. La Iglesia católica reaccionó ante la crisis con el movimiento denominado Contrarreforma. Se comprende que a partir de ahora el repertorio artístico variará considerablemente según nos encontremos en la Europa católica o en la protestante.
En la cultura va a destacar el movimiento humanista, basado en la antigüedad clásica, y en la invención de la imprenta.
Socialmente, la valoración de los artistas comenzará a ser tenida en cuenta, asistiéndose al nacimiento de la Historia del Arte con la «Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos» de Giorgio Vasari y a la creación de las primeras colecciones de esculturas y cuadros a gran escala. Con todo, la producción artística siguió siendo considerada como un mero trabajo mecánico y manual, en el que sólo importaba la destreza, a diferencia de las artes liberales (la Gramática, la Retórica, la Dialéctica, la Aritmética, la Geometría, la Música y la Astronomía) en las que se hacía precisa la aplicación del intelecto.
La imagen procede de la página siguiente:
www.monnuage.fr/point-d-interet/duomo-santa-maria-dei-fio...
Exterior de la cúpula de la catedral de Florencia
La imagen nos muestra el exterior de un edificio. Se trata de área del crucero de una iglesia. Destaca una cúpula tan imponente que, en comparación, el resto del monumento parece realizado a una escala mucho menor.
Según se puede distinguir en la imagen, la iglesia se construyó con el esquema de cruz latina con transepto poco desarrollado, bien que sobresale en altura y en planta. El brazo mayor de la cruz se organiza en tres naves, siendo la central de mayor altura y doble anchura que las laterales. El edificio presenta la particularidad de combinar el transepto y cabecera. Este espacio se organiza en torno a un crucero octogonal, del que surgen los brazos menores de la cruz, el ábside central (invisible en la imagen) y cuatro capillas colocadas en los intersticios situados entre los brazos. Los brazos se organizan como ábsides poligonales (pentágonos) cubierto por semicúpulas que se apoyan en contrafuertes. Las capillas o absidiolos no sobresalen en planta, al encontrarse insertas entre las naves laterales y los brazos del crucero. Están cubiertos por bóvedas de cuarto de esfera.
Los muros de las naves y capillas del crucero aparecen revestido enteramente por plafones de mármol verde y blanco, de ahí que no se pueda distinguir el material de construcción. Probablemente se halla empleado el ladrillo o el mortero para los muros y la piedra para los arcos y pilares. Como material de cubierta se ha empleado la teja de cerámica. Aparte de las placas marmóreas se han empleado como ornamentación galerías de arcos, arquerías ciegas, gabletes y ajimeces o ventanas geminadas.
Pasando a la descripción de los materiales y al análisis formal de la cúpula, se realizará estudiando sus tres partes (tambor, cúpula propiamente dicha y linterna) por separado.
El tambor tiene forma octogonal y presenta dos pisos separados por una moldura pronunciada que señala la altura de la nave central y de las absidiolas. En el nivel superior se abren grandes óculos semicirculares. Se supone que entre el tambor y la cúpula se dispondría una galería o una cornisa, pero no se edificó y esta parte quedó a ladrillo visto.
Sobre este tambor se levanta una cúpula peraltada (las que tienen de altura más de la mitad de su diámetro) en la que destacan las ocho costillas o nervios realizados con sillares de mármol blanco. Estas costillas se apoyan en grandes bloques de piedra de cantería que sirven de basa y que se alzan sobre las esquinas del tambor. Los espacios existentes entre los nervios aparecen cubierto por el mismo tipo de tejas que se ha empleado en el resto del edificio. Para ventilar, iluminar el interior, aligerar el peso de la cúpula y facilitar el acceso a esta parte del edificio, se han abierto en el revestimiento de tejas una serie de pequeños óculos y una puertecilla.
En el punto de convergencia de los nervios se alza una linterna con contrafuertes con forma de volutas en los que se apoya una torrecilla o templete octogonal. En cada uno de sus lados se abre un vano cubierto por un arco de medio punto. La linterna se cubre con una corona de pináculos. Por encima de este ornamento se eleva una pirámide octogonal rematada en una esfera de metal dorado (bronce o cobre) rematada por una cruz del mismo material.
Esta construcción produce al espectador una clara impresión de grandeza y monumentalidad. Las exedras, los óculos y los plafones de mármol rompen la monotonía y aportan riqueza decorativa.
Respecto a la clasificación de esta obra, nos encontramos con una tipología arquitectónica que el arte europeo ha desarrollado durante siglos y que cuenta con múltiples ejemplos. Efectivamente las cúpulas peraltadas y coronadas con una linterna pueden pertenecer tanto al Renacimiento, como al Barroco, al Neoclásico o a los distintos estilos del siglo XIX. Suelen presentar en su estructura dos cascarones superpuestos, encofrado uno dentro del otro, de tal forma que queda una cámara de aire entre ambas bóvedas.
Por la sobriedad decorativa y por elementos ornamentales como las galerías de arcos o el recubrimiento de plafones de mármol nos encontramos ante una obra renacentista, en concreto del primer período llamado Quattrocento. Hay que señalar que el resto de la iglesia se encuadra en el estilo anterior, el gótico, bien que se trata del gótico italiano, un estilo puramente ornamental que guarda escasa relación con el arte ojival que se realiza en el resto de Europa.
Pasando a la identificación, esta obra es la Cúpula del Duomo de Santa María della Fiore (Domo o Catedral de Santa María de la Flor) de Florencia, construida entre 1421 y 1436, bien que la linterna no se concluyó hasta 1461. Su autor es el florentino Filippo Brunelleschi, iniciador de la arquitectura renacentista. Otras obras suyas son las basílicas de San Lorenzo y del Santa María del Santo Espíritu y la capilla Pazzi, todas ellas en Florencia.
La catedral florentina es un edificio gótico proyectado y construido en gran parte por Arnolfo di Cambio. Uno de sus sucesores, Francesco Talenti, reformó el área del crucero, creando un espacio de diámetro desusado cuya cubrición fue objeto de un intenso debate pues superaba las capacidades técnicas de la época. En 1418, cuando la obra del tambor estaba casi terminada, se convocó un concurso para decidir cómo se abovedaría el crucero del Duomo florentino. Aunque se otorgó el triunfo, de manera conjunta a Ghiberti y Brunelleschi, sería éste quien finalmente asumiría el reto de erigir la cúpula.
Brunelleschi logró imponer una novedosa estructura, una cúpula de perfil apuntado en vez de la semiesférica que habían ideado los arquitectos que le precedieron. La estructura de doble cascarón resultó ser otra innovación, que como el peralte, distribuía mejor el peso de la cúpula y permitía además elevarla sin necesidad de cimbras. Como refuerzo de la obra el arquitecto erigió las cuatros exedras de las esquinas conocidas como las «tribunas muertas», pues se hallan cegadas, ya que su única función es la de servir de contrafuerte a la estructura de la cúpula, como queda dicho.
Sobre el origen de las innovaciones introducidas por Brunelleschi, se ha señalado su dependencia con las cúpulas romanas que pudo admirar en su estancia en la Ciudad Eterna (la del Panteón y la del ninfeo conocida como Templo de la Minerva Médica). Pero estas cúpulas no se elevan sobre tambor, innovación aportada por el arte bizantino. Con esto, no se acaban las influencias, pues las cúpulas peraltadas son de origen sirio y pasaron al repertorio de la arquitectura islámica, arte quién también aportó el sistema de doble cascarón. Se especula con que todos estos sistemas constructivos pudieron ser llegar a Florencia a través de las rutas comerciales que enlazaban la ciudad-estado con el Mediterráneo Oriental, conocido entonces como «Levante».
Finalmente el modelo de la catedral florentina con cúpula en el crucero deriva del románico italiano (catedral de Pisa) y en el perfil y estructura de la cúpula de Brunelleschi se han observado resabios de los cimborrios góticos.
En suma este monumento recoge todas las soluciones constructivas desarrolladas hasta entonces en las cúpulas, logra unificarlas en un modelo que destaca por su relativa ligereza y la facilidad en la construcción. Los grandes domos de las capitales europeas (San Pedro de Roma, San Pablo de Londres, los Inválidos y el Panteón, emplazados ambos en Paris) y americanas (El Capitolio de Washington) van a recoger las enseñanzas de Brunelleschi hasta el advenimiento de la arquitectura de la revolución industrial.
Para situar el monumento en su contexto histórico, social, político, religioso y cultural señalemos que el arte renacentista surge en Italia a mediados del siglo XV, extendiéndose por el resto de Europa en el siglo siguiente. La expansión colonial de españoles y portugueses extenderán este estilo por Iberoamérica y otros territorios que estas potencias colonizan.
La cronología de este estilo abarca, pues, desde la segunda mitad del siglo XV hasta inicios del siglo XVII. Se distinguen varias fases: Quattrocento (siglo XV), Cinquecento (primera cuarto del siglo XVI) y Manierismo (resto del siglo XVI). Existe una suave etapa de transición hacia el Barroco conocida como protobarroco o arte tridentino (por la influencia del Concilio de Trento).
En España el Renacimiento desarrolla tres etapas: la plateresca, la purista y la herreriana. El empleo de fórmulas góticas o mudéjares va a ser una constante del arte hispano de esta época.
El mundo del renacimiento se caracterizaba por una economía dominada por la burguesía mercantil que desarrolla un capitalismo inicial. Esta es una etapa de expansión económica en la que el comercio con las Américas cobra cada vez mayor importancia. Las estructuras sociales se adaptan al incremento de la circulación monetaria, bien que se mantienen los estamentos o grupos sociales a los que se accedía por nacimiento, salvo el clero.
El régimen político imperante era la ciudad-estado en Italia y la monarquía autoritaria en el resto de la Europa Occidental. Los reyes de España, Portugal, Francia e Inglaterra consolidan su poder y unifican sus dominios.
Respecto a la religión, en este período se asiste a la Reforma protestante que rompe la unidad cristiana del Occidente Europeo. La Iglesia católica reaccionó ante la crisis con el movimiento denominado Contrarreforma. Se comprende que a partir de ahora el repertorio artístico variará considerablemente según nos encontremos en la Europa católica o en la protestante.
En la cultura va a destacar el movimiento humanista, basado en la antigüedad clásica, y en la invención de la imprenta.
Socialmente, la valoración de los artistas comenzará a ser tenida en cuenta, asistiéndose al nacimiento de la Historia del Arte con la «Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos» de Giorgio Vasari y a la creación de las primeras colecciones de esculturas y cuadros a gran escala. Con todo, la producción artística siguió siendo considerada como un mero trabajo mecánico y manual, en el que sólo importaba la destreza, a diferencia de las artes liberales (la Gramática, la Retórica, la Dialéctica, la Aritmética, la Geometría, la Música y la Astronomía) en las que se hacía precisa la aplicación del intelecto.
La imagen procede de la página siguiente:
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