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Interior de Santa Sofía de Constantinopla

La imagen nos muestra el interior de un edificio. Se trata de una construcción de grandes dimensiones, bien que con una cuidada distribución de sus volúmenes.

 

Los muros del edificio están cubiertos por un revoque de color amarillento, por lo que resulta aventurado determinar el material con el que está construido. Probablemente sea ladrillo o mortero. Señalar que se han empleado jaspes y mármoles en las columnas, en las arquerías que éstas sostienen y en las esquinas del edificio.

 

Respecto a los elementos sustentantes, destacan los pilares, que por su extraordinario grosor más bien son machones o trozos de muros y dos pisos de galerías de columnas que sostienen una sección semicircular de pared. Estas columnas presentan el fuste liso y un capitel troncocónico que recuerda vagamente al orden compuesto. Por encima de los capiteles se dispone una pieza trapezoidal conocida como cimacio.

 

La cubierta de este edificio está formada por una enorme cúpula reforzada con nervaduras meridianas y en la que se ha dispuesto un anillo de ventanas en su base. Se apoya en cuatro pechinas, soportadas, a su vez, sobre cuatro arcos torales que descansan sobre machones. Esta cúpula domina el espacio central, cubriéndose el resto de edificio (según se observa en la ilustración) con una semicúpula y con una serie de exedras, esto es espacios cubiertos por bóveda de cuarto de esfera. Las galerías de columnas de los muros laterales sostienen arcos que, como todos los del edificio, son de medio punto.

 

En este monumento predomina el muro sobre el vano, ya que aunque éstos se reparten con abundancia por todo el edificio su tamaño es reducido. Todas estas ventanas están coronadas por arcos de medio punto. Por su parte las galerías de columnas se abren a naves o crujías en el primer piso y a tribunas en el segundo.

 

En cuanto a los elementos decorativos, destacan en primer lugar los plafones de mármoles policromos que recubren los machones y el enlucido que oculta el resto de los muros. En este revoque se han pintado motivos geométricos. La fotografía no permite distinguirlo con claridad, pero parece que las arquerías que sostienen las columnas muestran un relieve inciso de tipo vegetal o geométrico. Por otra parte, en las pechinas y en una de las exedras se observan figuras que pueden estar pintadas sobre el muro (frescos) o realizadas con mosaico. Por último hay que mencionar la decoración cúfica, esto es, caligrafía realizada en caracteres de la escritura arábiga, presente en los medallones colocados sobre los machones y en la parte central de la cúpula.

 

El edificio transmite una impresión de ligereza, pues la cúpula y el resto de las cubiertas parecen sostenerse sin necesidad de apoyos. Los responsables de la obra han conseguido crear un espacio diáfano y luminoso, realzado por la monumentalidad y la riqueza decorativa.

Respecto al estilo, este monumento debe ser clasificado dentro del arte bizantino, por el diseño de un espacio centralizado, por la cúpula apoyada en pechinas y por detalles decorativos como las columnas de capitel troncocónico, la presencia del cimacio y los relieves incisos de carácter vegetal o geométrico y el empleo de lo que parecen ser mosaicos para ornamentar los muros. En concreto se puede datar en la primera Edad de Oro del arte bizantino (siglo VI) correspondiente al reinado de Justiniano, por sus enormes dimensiones, el empleo de galería de columnas a manera de cortinas, la riqueza decorativa y por la ausencia de un tambor que soporte la cúpula.

 

Se trata de la obra más representativa de este período y de todo el arte bizantino: la basílica patriarcal de Constantinopla, hoy Estambul. Esta iglesia es conocida como Santa Sofía, bien que no estaba advocada a esta santa mártir, sino a la Santa Sabiduría de Dios (en griego: Άγια Σοφία, «Santa Sabiduría»). El edificio se concluyó en el año 537, siendo sus arquitectos Isidoro de Mileto y Antemio de Tralles. La cúpula se derrumbó a causa de un terremoto en el 558, siendo reemplazada por otra realizada por Isidoro el Joven, sobrino de Isidoro de Mileto. La nueva cúpula, completada en el 562, presenta mayor altura que la original.

 

El arte bizantino se desarrollo entre los siglos VI y XV, hundiendo sus raíces en el arte romano y recibiendo la influencia de varios estilos asiáticos, en particular el de la Persia Sasánida. Su marco geográfico fue muy extenso, llegando a abarcar la mayor parte de las orillas del Mediterráneo, bien que el grueso de sus obras se sitúan en Italia, los Balcanes y la actual Turquía.

 

El Imperio de Oriente acabó su dilatada existencia cuando su capital, Constantinopla, y sus últimos dominios fueron conquistadas por los turcos otomanos. Este pueblo destruyó gran parte de sus monumentos y otros los reaprovechó transformándolos. De ahí que la construcción que comentamos presente inscripciones cúficas, pues fue convertida en una mezquita.

 

El mundo bizantino se caracterizaba por una economía monetaria, con gran desarrollo de la artesanía y el comercio. Progresivamente el mundo rural y la agricultura cobraron cada vez mayor importancia. Su estructura social resultaba muy cerrada, con una gran diferencia entre la masa de la población, compuesta por esclavos, siervos, campesinos, y el resto, compuesto por mercaderes y el estamento privilegiado de sacerdotes, funcionarios, nobles y la familia imperial. Los arquitectos, al igual que los escultores, pintores o musivarios, eran despreciados pues la producción artística era considerada como un mero trabajo mecánico y manual, en el que sólo importaba la destreza, a diferencia de las artes liberales (la Gramática, la Retórica, la Dialéctica, la Aritmética, la Geometría, la Música y la Astronomía) en las que se hacía precisa la aplicación del intelecto.

 

Uno de los rasgos más característicos de la civilización bizantina es la importancia de la religión y del estamento eclesiástico en u ideología oficial. Iglesia y Estado, emperador y patriarca, se identificaron progresivamente, hasta el punto de que el apego a la verdadera fe (la «ortodoxia») fue un importante factor de cohesión política y social en el Imperio bizantino. Esto no impidió que surgieran numerosas disputas religiosas.

 

Una de estas controversias fue la crisis iconoclasta (siglos VIII y IX), en la que se eliminaron buena parte de la decoración pictórica y musivaria de los templos por ser considerada idolátrica. Cuando los adoradores de imágenes, los iconódulos, acabaron por imponerse, las iglesias volvieron a ser ornamentadas con efigies de Cristo, la Virgen y otras advocaciones del cristianismo. Se comprende entonces, que los mosaicos originales de Santa Sofía se perdieron y los que se conservan se realizaron entre los siglos IX y XIII.

 

Este edificio hay que encuadrarlo en la arquitectura religiosa, y como todas las iglesias su disposición está determinada por la liturgia. El culto cristiano se realiza en torno a un altar en un edificio cerrado. Esta religión considera que las iglesias son templos, pues afirman que en estos edificios reside la divinidad. Como la comunidad de fieles asiste al culto, los templos cristianos deben concebirse de regulares o grandes dimensiones y con espacios diáfanos para albergar a la reunión de fieles. Estas construcciones solían (y suelen) construirse con esmero tanto por propiciarse el auxilio divino, como por el deseo de ostentación de la comunidad cristiana o sus gobernantes. La creencia en la inmortalidad del alma y el deseo de contar con la ayuda de Dios y sus santos explica que las iglesias se transformaran en lugares de enterramiento.

 

La idea de un culto en un espacio cerrado apareció en el judaísmo, en concreto en las sinagogas, bien que éstas no se consideran templos –pues no estaban consagradas- sino salas de oración. Griegos y romanos sí creían que sus lugares de cultos albergaban a los dioses, pero sus ritos se practicaban al aire libre y así el altar se erigía frente al templo, no dentro de él. Los templos clásicos servían para albergar la efigie de la deidad y las ofrendas que se depositaban (el llamado «tesoro»). El interior de estos edificios solía ser angosto y oscuro pues estaban concebidos para la oración silenciosa, no para ceremonias de culto o reuniones de fieles. Por lo demás, hebreos, griegos y romanos consideraban a los cadáveres como impuros y prohibían los entierros en los edificios y áreas considerados sagrados.

 

La iglesia, pues, carece de precedentes arquitectónicos. En la época en que el culto cristiano se practicaba en la clandestinidad, los lugares de culto eran los domicilios de las familias acomodadas o las tumbas de los mártires en las catacumbas. Cuando el cristianismo comienza a gozar de la protección de los emperadores (a partir del año 313), se adaptan dos tipos de edificios:

 

-La basílica: Era, en principio, un patio porticado de los palacios de los reyes helenístico («basílica» deriva del griego «βασιλική» que significa «regia») y servía para tribunal y recepciones. Posteriormente se añadió una techumbre de madera sobre el patio, convirtiendo así este espacio en nave central. De la misma forma, los pórticos pasan a ser naves laterales, mientras que en el muro opuesto a la entrada principal se resalta con una exedra abovedada. Desconocemos si esa transformación se realizó en época helenística o ya en la época romana. En cualquier caso, la basílica romana es ya un edificio independiente y de carácter público que se empleaba para juicios, transacciones comerciales y asambleas de ciudadanos. Esta tipología pasó con escasas modificaciones a la arquitectura cristiana, aunque no se tiene constancia de que ninguna basílica civil fuera convertida en iglesia. Una de las reformas consistió en añadir un atrio o patio anterior, pues los catecúmenos (personas que deseaban recibir el bautismo) no podían entrar en las iglesias. Otra reforma fue la introducción de un transepto –nave o naves transversales- que transforman la planta del edificio en una cruz latina.

 

-El tholos: se trata de un templo circular rodeado de una columnata. Deriva de los túmulos micénicos y por eso suele contener estancias subterráneas. Señalaba tumbas o cenotafios de héroes, sedes de oráculos y lugares especialmente sagrados. El cristianismo adaptó este modelo eliminando las columnas exteriores. No obstante conservó sus primitivas funciones pues las iglesias de planta circular o centralizada señalaban lugares sagrados relacionado con la vida de Jesús o la Virgen, enterramiento de mártires o el lugar de su martirio (por éstos últimos usos son conocidos como «martyrium»; en plural «martyria») . También servían de mausoleo para emperadores y miembros de la familia imperial. Una nueva utilidad fue la de emplearlos como modelo de baptisterio. Se comprende que todos estos edificios se destinaban a congregaciones poco numerosas.

Por tanto la arquitectura cristiana desarrolló desde la época de Constantino, el debate entre los modelos basilicales y de cruz latina por un lado y los de planta centralizada (circular, octogonal, cruz griega…) por el otro. Habría que recordar, además, que la arquitectura romana fue desarrollando una preferencia por espacio interior en detrimento de la apariencia externa, lo que conllevó la experimentación con cúpulas y varios tipos de bóvedas. Estas cubiertas siguieron evolucionando en las iglesias con espacio central, mientras que las basílicas olvidaron estos avances, potenciando las techumbres de madera.

 

Santa Sofía es la síntesis de todas estas corrientes arquitectónicas: por una parte combina la planta basilical con la centralizada y por otra recoge toda la evolución de la cúpula y los sistemas abovedados en el sistema de semicúpulas y exedras que transmiten el peso de la cúpula central a los estribos. La cúpula, sin embargo, resulta completamente innovadora, al apoyarse no sobre un muro continuo, sino en cuatro pechinas, soportadas, a su vez, por cuatro arcos sobre machones reforzados por contrafuertes, como queda dicho.

 

En Constantinopla y en otras ciudades del imperio se erigieron en la misma época iglesias igualmente centralizadas y coronadas por cúpula (Santos Sergio y Baco, Santa Irene, los Santos Apóstoles y San Vital de Rávena), bien que con sistemas constructivos diferentes. Extrañamente los Santos Apóstoles y San Vital van a tener mucha mayor influencia en la arquitectura occidental y oriental que Santa Sofía. Esta iglesia permaneció admirada en su magnificencia y singularidad, pero no fu estudiada en profundidad hasta el dominio turco, en el que, paradójicamente, se transformó en el modelo oficial de mezquita otomana. Hubo que esperar, pues, un milenio y una religión distinta, para encontrar arquitectos que prosiguieran la evolución de las tendencias arquitectónicas resumidas en Santa Sofía.

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Esta fotografía (con algunas modificaciones) procede del álbum del belga Batistini Gaston / Gaston Batistini. A continuación se reproducen enlaces hacia el álbum y hacia la imagen en cuestión:

 

www.flickr.com/photos/gbatistini/

 

www.flickr.com/photos/gbatistini/6240090651/in/faves-8449...

 

© de la imagen Batistini Gaston / Gaston Batistini.

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Uploaded on March 10, 2013