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Schopenhauer

Y la idea principal de Schopenhauer es que no podemos decidir libremente... Esto se puede demostrar mediante un ejemplo sencillo. Si me dispongo a pedir un plato en un restaurante, soy libre de elegir lo que más me guste dentro de las alternativas que me ofrezca el menú. Pero no soy libre de elegir qué es lo que más me gusta. No puedo decirme a mí mismo: “Hasta ahora, siempre he odiado las espinacas, pero hoy me van a gustar.” No puedo decirme a mí mismo: “¿He de decidir que me apetece pescado o he de decidir que me apetece pollo?” Lo que me apetece, lo que me gusta o lo que detesto, no es algo que éste bajo mi control. No son cosas que yo pueda elegir: me vienen dadas y hago mi elección partiendo de esa base. Puedo elegir qué es lo que quiero elegir, pero no puedo querer que es lo que quiero elegir. Como se suele decir, puedo elegir lo que quiero pero no puedo querer lo que quiero.

(...) El mejor modo de comprender lo que esto significa es analizar el caso contrario. Si yo le dijera al camarero: “Pensándolo bien lo que verdaderamente me apetece es una chuleta de cordero, pero por favor, tráigame un lenguado”, tanto él como mis compañeros creerían que había perdido el juicio. Y tendrían razón: la racionalidad es estas situaciones consiste en actuar de acuerdo con el resultado de todas las consideraciones. No hacerlo es excéntrico y anormal, “libre” ciertamente (si se quiere), pero no en un sentido deseable.

Schopenhauer niega que poseamos libre albedrío en este sentido. (...) Cada uno de nosotros tiene el carácter, el temperamento y la personalidad que tiene, con todas sus complejidades y puntos débiles, y cada uno de nosotros, puede reaccionar en un conjunto dado de circunstancias, con un conjunto dado de motivos, sólo de una forma.

(...) Dado que Schopenhauer niega que tengamos libre albedrío piensa que preguntas como “¿Cómo debemos vivir?” o “¿A qué he de aspirar?” son equivocadas, y que no existen respuestas del tipo de las que buscan quienes las formulan. Lo que elegimos hacer no es en sí nada que podamos elegir. Dado que “deber” implica lógicamente “poder” es falso decir que debemos hacer algo si no podemos hacerlo, y por lo tanto, si no podemos elegir qué motivos van a determinar nuestras acciones, es falso decir que “debemos” hacer una cosa y no otra. (...) (D)ado que el arranque definitivo de nuestras decisiones y de nuestras acciones está tan oculto de nosotros, no sabemos cuál va a ser en ocasiones futuras. Tomamos decisiones, por supuesto, pero a veces las ignoramos, y no es raro que nos sorprendamos ante lo que de pronto decidimos o hacemos. Esta ignorancia e inseguridad ayuda a crear la ilusión de que nuestro futuro es “abierto” y esto a su vez alimenta la ilusión de libertad. Segunda: casi todos nosotros hemos crecido en culturas que desde tiempo inmemoriales han presentado la ética como si estuviera vinculada a la religión. Todas las religiones tienen sus leyes morales, sus múltiples “debes” o “no debes”; y precisamente porque deber implica poder, nos ha inculcado desde la niñez la ilusión de libertad.

(...) Schopenhauer... Comienza tratando de investigar el comportamiento humano sin ninguna idea previa sobre lo que “deben” hacer las personas, observando en vez de ello lo que de hecho hacen, y en particular qué tipo de motivos funcionan como causas de sus acciones. Su investigación le conduce a la conclusión de que las fuentes de lo que tradicionalmente ha sido considerado comportamiento “moral” resultan ser, en un análisis detenido, de interés personal, y por lo tanto no pueden ser consideradas morales en un sentido positivo, ni en ningún otro sentido. Los motivos principales de la obediencia a las leyes de la religión y a las autoridades seculares no incluyen sentimientos morales, si los examinamos detenidamente. (...) “Muchos se maravillarían al ver de qué se compone su conciencia, que les parece tan espléndida: aproximadamente de un quinto temor de los hombres, un quinto de temor religioso, un quinto de prejuicios, un quinto de vanidad y un quinto de costumbre. De tal manera que, en el fondo, no son mejores que aquel inglés que decía: “Mantener una conciencia es demasiado caro para mí.”

Schopenhauer insiste especialmente en que los motivos de acción que la tradición judeocristiana considera más positivos moralmente, el miedo a Dios y la esperanza de un premio en la vida después de la muerte, son deliberadamente egoístas, y cuanto más segura sea la fe religiosa en la que se apoyan, más egoístas son. Es como si admiráramos a un hombre que se atreviera a invertir mil libras en un negocio aparentemente desinteresado cuando en realidad lo hace porque cree que su inversión le será devuelta multiplicada por mil.

(...) Schopenhauer nunca sugiere que las personas se comporten moralmente porque posean una comprensión teórica correcta de lo que efectivamente sucede. Por el contrario, dado que no podemos decidir lo que vamos a desear (cita en muchas ocasiones la frase de Séneca velle nom discitur: “la voluntad no puede enseñarse”) y dado que es la voluntad lo que gobierna nuestro comportamiento.(...) “La virtud no puede nacer sino del conocimiento intuitivo que nos revela en los demás la misma esencia que en nosotros. (...) (H)acer a un hombre virtuoso, como todos los tratados de estética lo han sido, desde Aristóteles acá, para hacer poetas. (...) (E)s decir, sobre la bondad de las intenciones, los dogmas abstractos carecen de eficacia prácticamente; los falsos no la perturban, y los verdaderos no la estimulan”.

(P)or lo mismo, (...) no puede aprenderse, sino que se revela por sí mismo, (en) los actos, a la conducta, a la manera toda de vivir”. (...) “Por lo mismo, no necesita el santo ser un filósofo, como tampoco necesita un filósofo ser santo, así como un hombre bello no está obligado a ser un gran escultor, ni un gran escultor a ser un hombre bello. En general, es una extravagancia exigir a un moralista que no enseñe más virtudes que las que él practica”.

(...) Pero las ideas de Schopenhauer acerca del libre albedrío implican que los ciudadanos no eligen si decidirán o no obedecer la ley, como tampoco eligen si harán o no alguna otra cosa; en este como en cualquier otro tema, eligen aquello que estén más motivados a elegir.

Si los seres humanos son enteramente creación de alguna otra voluntad personal, entonces sus ámbitos y límites y sus tendencias y propensiones, incluso todas sus posibilidades, han sido conformadas por ese Otro de modos que determinan toda su naturaleza y todo su mundo. Tan estrecha y limitadamente está predeterminado nuestro ámbito que ningún individuo es libre de elegir qué tipo de ser humano ha de ser.

(...)Tal y como lo ha expresado John Hospers en un argumento que expuso sin referencia alguna a Schopenhauer: “¿En qué consistiría ser causa de mi propio carácter? Para causar mi temperamento original, antes tengo que haber existido, y para existir ya he de tener algún tipo de “temperamento original”. No puedo causarme a mí mismo a menos que exista previamente para ser esa causa. Y si existo previamente, entonces no es mi composición original lo que creo o elijo, y entonces ¿de dónde tomo los rasgos o el temperamento que me llevan a elegir la composición que elijo? Para elegir un carácter, tengo que tener previamente un carácter. La idea de que seamos la causa de nuestros temperamentos originales es, como vemos una idea contradictoria en sí misma”.

(...) Schopenhauer creía firmemente que el único objetivo supremo de vida humana que poseía validez era el aumento de nuestra comprensión del mundo (...) y creía además que la vida tenía que vivirse hacia delante y, sin embargo, sólo podía ser comprendida hacia atrás.

(Schopenhauer, págs. 208, 209, 210, 211, 212, 213, 218, 219, 220, 221, 222, 223, 224, 225, 226, 227, 242 y 243) Bryan Magee

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Uploaded on August 15, 2024