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Porque... ¡qué narices!; lo menos que se le puede pedir al que escribe es que lo haga con sinceridad. Y uno sabe ya que cuanto se abarca con los sentidos –y hasta lo que cae fuera de ellos- no es sino una sinfonía de mentiras inmensas, extendidas desde el hígado de pato que aseguran darnos en las terrinas de foie-gras, a las palabras –llenas al parecer de pureza- de un apóstol social o espiritual, pasando por los estremecimientos fugaces de dos enamorados, que empiezan hoy a recitarse versos para llegar mañana a vomitarse injurias.

A lo largo de las edades una serpiente va rodeando el mundo poco a poco, milímetro a milímetro: es el desencanto.

Y ahora los anillos viscosos de la serpiente lo cubren todo –mares y tierras- desde los glaciares del Sur al helado continente del Norte y desde las azoteas de Maniatan hasta las playas voluptuosas de la Australia.

Aquel famoso “mal del siglo”, que sufriera en el Jura Rousseau, se ha infiltrado en el organismo de cuantos dedican unos instantes del día a reflexionar.

Y contra él se sigue recomendando la misma medicina de antes: cerrar los ojos: Cerrar los ojos y sustituir la vista con la fe.

(Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?, págs. 74 y 75) Enrique Jardiel Poncela

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Uploaded on April 26, 2025
Taken on September 13, 2023